29 de abril de 2009

Infierno I

Muchos días me levantaba, desayunaba y salía a correr. Era primavera, como ahora, solía llevar puesto camiseta y pantalón corto y algunos de aquellos días mis pasos me llevaban obsesivamente al urinario público frente a la facultad, con la esperanza de poder mirar carne joven mear despreocupadamente mientras a mí la fiebre me devoraba por dentro. Nunca tuve suerte. No obstante, lo intenté repetidamente pues mi obnubilación me impedía darme cuenta de que los chavales meaban, lógicamente, en los servicios de la facultad.
Algún maricón jubilado montaba guardia en la entrada del urinario como araña en su tela, pacientemente, y cuando yo entraba jadeante y sudoroso se apresuraba para ver qué podía pillar. Se situaba a mi lado y con ojillos vidriosos observaba como meaba mientras resopabla suavemente y se masajeaba sin mucho éxito su arrugada chorrita. Cuando terminaba me la sacudía más veces de lo necesario y más sensualmente de lo habitual para exhibirme ante el anciano, que en ese momento ya lo solía tener algo duro.
Una mañana, exhibiéndome, y sin saber por qué, comencé a acariciármela y a masturbarme lentamente. Me giré un poco para que el viejo pudiera verme.
- Qué buena polla tienes-, dijo halagándome, mientras él se la meneaba.
Yo estaba como ebrio, me temblaban las rodillas y el miembro de aquel hombre brillaba babeante.
- Tócamelo-, le invité mientras se lo ofrecía palpitando rítmicamente.
La expresión de su rostro cambió, arrugándose aún más si cabía, y aquel decrépito ser comenzó a acercarse alargando la mano huesuda.
- Mejor me la tocas tú a mí, ¿no te parece?-, me espetó agarrándome bruscamente la mano y poniéndola sobre su babosa chorra semierecta.




25 de abril de 2009

Jesús.

En el vestuario del trabajo se desnudan y se visten muchos maricones. Tan sólo en mi pasillo somos cuatro, para colmo todos armarizados. Jesús es uno de ellos, tan sólo a tres taquillas de mí, casi nos damos con los codos mientras nos desnudamos, y llevamos varios meses mirándonos a hurtadillas pero descaradamente, es decir, nos dedicamos miradas prolongadas, no a la cara, pero sí al resto de nuestros cuerpos. No es muy alto, pero tiene una cara preciosa y un cuerpo fuerte muy bronceado. Su mirada me traspasa los slips y la mía los suyos cuando antes de ponernos el uniforme nos acomodamos los genitales dentro de ellos constituyendo ese momento como parte de una liturgia.
Muchas veces he fantaseado con coincidir luego en el curro y arrinconarlo sin mediar palabra y mamársela o follármelo, y sin embargo, hoy, en la soledad del pasillo lleno de taquillas, cuando estaba acomodándome la polla, ha dado un paso hacia mí y en un gesto rápido ha deslizado una mano dentro del slip mientras con la otra me ha hecho volver la cara hacia la suya besándome suavemente y susurrándome algo que no he podido entender porque creí desvanecerme.
Una vez más, el tren ha pasado y no he subido, y no sólo eso, a partir de mañana me faltará algo de oxigeno cuando Jesús se desnude a mi lado y no pueda dedicarle esas miradas furtivas.

(José, siento que no te guste lo de maricón pero quiero seguir reivindicándolo como seña de identidad de este blog)


23 de abril de 2009

Entrevista impertinente.

Llaman a la puerta y la abro porque la imagen que veo por el gran angular de la mirilla me gusta. Es un vendedor del Readers Circle bastante guapo y bien hecho que, con intenciones mercantiles espurias, viene a importunar mi siesta, y que como es de todo punto inasequible para este ser maltratado por la edad me propongo ponerle difícil la tarea.
- Buenas tardes, soy representante del Readers Circle.
- Ya, ¿y?.
- Pues es que estamos de promoción porque hoy es San Jordi.
- Yo odio las efemérides. ¿Qué se celebra en ésta?
- El día del libro.
- Comprendo. Es que yo no puedo leer libros.
- Pero leer es inherente al ser humano.
- Sí, pero yo soy un misántropo y huyo de todo lo inherente.
- ¿Y nunca ha leído?
- Sí, de joven, cuando podía elegir.
- ¿Ahora no puede?
- Cierta literatura me está vetada.
- ¿Cuál?
- Eso es privado porque pertenece a mi secreta condición sexual.
- ¿Es usted homosexual?
- Yo no lo he dicho, ha sido usted, que conste.
- No lo parece.
- Exacto, de eso se trata.
- Pero, ¿qué le impide leer otra literatura?
- Pierdo la concentración al pensar que querría leer otra cosa. Entristezco.
- Pues tengo algunos títulos de tema LGBT, haga lo que realmente desee, libérese.
- Lo que deseo realmente es besarle. No sabe usted cómo lo deseo.
- Pero eso no puede hacerlo.
- ¿Por qué?
- Porque yo no quiero.
- ¿Ve? Hay tantas cosas que no podemos hacer porque no quieren los demás...


22 de abril de 2009

¿Algún parque es un paraíso?

Ha llovido una mijita desde que este sacerdote publicara su primer libro, aquel que le supuso la expulsión de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Antonio Roig quedó finalista del premio Planeta de 1976 y pude leerlo con tranquilidad en casa porque la primera edición no llevaba foto en la portada y nadie de mi familia pudo imaginar que un carmelita descalzo describiera en su interior sus sórdidas experiencias homosexuales en aquellos parques londinenses. 
Aquí podéis leer más sobre esta historia, que me he reencontrado al cabo de más de 30 años gracias a la web DosManzanas.com y con la que he querido homenajear a un hombre comprometido con su fe,  su conciencia y su condición sexual, en una época en la que ser así complicaba mucho la vida las personas.


21 de abril de 2009

El Expreso de Medianoche.


Se me cierran las pestañas pensando cómo presentarlo. Una noche en vela en el curro me ha robado esa lucidez narrativa a la que os tengo acostumbrados, mis queridos extraterrestres. He eliminado ya tres borradores a cual más indigno de mi prosa así que simplemente os pongo una escena de esta película que llevo varios días queriendo compartir con vosotros. Son dos minutos y medio de sentimiento bien contado en pantalla y que tuve la ocasión de ver cuando se estrenó en los cines, allá por el siglo pasado, que ya sabéis que uno, aunque no peine canas, tiene ya cierta edad.


19 de abril de 2009

Rodalies.

Al final del pasillo basculante veo una figura uniformada. Es un tío alto y moreno, uniformado de verano y se acerca lentamente. Lleva algo en la mano con lo que ejecuta una tarea mecánica. Me parece que no está nada mal.
Ya está a media distancia y puedo contemplarle los brazos que salen imponentes y apretados por las mangas cortas de la camisa azul claro y el veredicto que emito ahora es que el tío está bastante bueno.
Ahora atiende ya al vecino y lo tengo de espaldas, dándome un culo embutido en el pantalón azul marino que se balancea al ritmo obligado de su trabajo. Tiene las piernas abiertas para mantener el equilibrio, la camisa algo fuera del pantalón por el movimiento y el culito ese continúa de aquí para allá rítmicamente, deliciosamente. Estoy preparado para hacer una revisión del veredicto cuando se ha dado la vuelta repentinamente.
- ¿Billete, por favor?
Su cara está acorde a lo que podría esperarse de ese cuerpo y me he quedado tan impactado que no atino a encontrar lo que me pide. Mientras hurgo con dedos temblorosos en la cartera tengo frente a mis ojos su cintura acercándose y alejándose al ritmo de esa percusión, toclop...toclop...toclop. El uniforme no marca demasiado paquete pero ni puñetera falta que hace, porque con lo que se adivina y con ese botón suelto que deja ver el ombligo y el vello que se baja pantalón adentro ya tengo suficiente para nublarme más la vista y no tener éxito en mi búsqueda en la cartera. Por fin encuentro el dichoso billete y se lo acerco, con la buena fortuna que el toclop, toclop se acentúa en un cambio de vías empujándole hacia mí provocándose un glorioso encuentro de mi mano con su entrepierna. No hace falta tu disculpa, moreno, que eres más guapo si cabe, así, azorado. Bueno, y me voy al baño que tengo una urgencia.

El revisor terminó de agujerear billetes y se dirigió al baño a colocarse bien la camisa que se le salía constantemente con el traqueteo del tren cruzándose en la puerta con aquel pasajero al que casi embistió hacía unos momentos. En el baño no quedaba papel higiénico y en el espejo, algo pegajoso y blanquecino chorreaba cristal abajo lentamente.

(Para Xim y su optimismo)




Carta a un maricón viudo.

Una mañana me contaron que al llegar a casa te encontraste a tu novio tirado en el suelo, muerto, y de esta trágica manera me enteré de que eras maricón. La verdad que cuando coincidíamos en el trabajo nunca lo noté y eso que ya sabes que tenemos un sexto sentido para captar eso aunque no haya plumas de por medio, pero tú me tuviste despistado todo el tiempo. Tras el periodo de tristeza obligada volví a verte por los pasillos, por el vestuario, pude ver tu estilizado cuerpo casi desnudo más delgado por la pena, y esos ojazos que no te caben en la cara.
Buscando amor entre los perfiles del Gaydar un día me encontré esos ojos que tanto conocía y me atreví a mandarte mensajes de admiración de parte de un "compañero de trabajo", pero no te gustó sentirte en desventaja por no saber quién era yo. No sé, pero desde ese día noto que al cruzarnos tu mirada es más cómplice, tu sonrisa en distinta, o quizás es que mi mirada es la cómplice o mi sonrisa la distinta. O tal vez las dos cosas. O tal vez ninguna, pero yo creo leer en tus ojos, cuando te miro, cosas que antes no estaban escritas y que me entristecen el alma por no poder tenerte.


15 de abril de 2009

Mal follada.

O mal follá como decimos por mi tierra. No, no mala follá que es otra cosa, me refiero a ese apelativo poco caritativo que suele aplicarse a las mujeres cuando están de mala leche o simplemente irascibles ellas. No suele aplicarse a los tíos, que axiomáticamente están siempre bien follaos, como no podía ser menos.
- Vaya como está la jefa, esa no viene hoy bien follá.
A  mí me produce bastante grima el comentario machista pero, claro, como supuestamente hace tanta gracia que hasta las mujeres presentes se ríen, no seré yo quien rompa ninguna lanza por el feminismo, y menos por una jefa. Así que sonrío hipócritamente y sigo desayunando.
Esto viene a cuento de una perla encontrada de rebote en un blog muy visitado escrito por una presunta profesional de cierta literatura donde se postula como parte de un método de belleza el estar bien follada, método que es el que usa ella, cómo no. Dice más ordinarieces la buena señora pero no quiero dar más pistas no sea que le haga una publicidad indeseada.
Yo , que estoy endémicamente mal follao, me produjo una desazón que me ha durado más de 24 horas, no sé si por rabia, envidia o por bajón de autoestima. Pero bueno, como no pone foto la tal escritora, prefiero pensar que todo lo que escribe es ficción y que la buena señora no es más que un congrio a la que no se le acerca un tío a tocarla ni con un palo.
¡ Ah, ya me siento mejor!.



12 de abril de 2009

De la nueva cabecera.

La simbología es un componente importante en esta vía bloguiana de comunicarse, sobre todo para aquellos en los que la brevedad y la concisión juegan un papel relevante, como ocurre en esta emisora mía dirigida al espacio exterior, que se acerca quizá más, en cuanto a la extensión de los posts, a Hiperbreves, SA que a También tú, Bruto,..
Recurriendo a mi memoria prehistórica me he reecontrado con un dibujo de la portada de un disco antiguo (no sabéis como escuece llamar antiguo a lo que era recién salido al mercado cuando yo era joven) y que entra como un guante como símbolo de este blog.  Como véis, unos peces navegan dentro de una estela de la que no podrían salir sin morir, en un entorno hostil, desértico y sin atmósfera, esquivando el único oasis  donde pudiera haber vida. 
Mientras contemplaba el dibujo, de pronto, me sentí como los peces del desierto y decidí cambiar la cabecera del blog, donde antes mis pies caminaban sin rumbo cierto.


6 de abril de 2009

Manu, el seropositivo.

La llamada de la habitación sonaba por tercera vez esa noche y, en otras circunstancias, el auxiliar ya habría sabido zanjar el tema para evitar otras más en lo sucesivo simplemente llevándole media docena de pijamas para que se fuera cambiando conforme los empapaba con aquella sudoración persistente que le impedía descansar. Era la primera vez que Manu necesitaba hospitalizarse desde que aquel amante londinense lo marcara con algo más que el desamor, y estaba muy angustiado y solo en la habitación, por lo que pensó que vendría bien un poco de charla con el paciente para tranquilizarlo aprovechando cada entrega de ropa.
Siempre estaba sentado en el borde de la cama esperando la respuesta a cada llamada pero la cuarta vez, cuando entró, le estaba esperando en el baño quitándose la camisa mojada dejándola caer al suelo junto a los pantalones. Manu era delgado y velludo y su silueta iluminada por la luz fluorescente constrastaba con los azulejos blancos, y en la fina cara sus ojos inmensos protagonizaban una mirada inquietante, mezcla de miedo y dulzura. En cualquier otra circunstancia, el auxiliar habría dejado la ropa limpia sobre la cama obviando aquella desnudez extemporánea, sin embargo esperó a que se secara el cuerpo sudoroso y se colocara primero la camisa y después el pantalón, permaneciendo unido a aquellos ojos grandes todo el tiempo, que parecía paralizado. Manu agradeció la ayuda educadamente con una sonrisa y salió del baño cuando el aturdido sanitario atinó a retirarse.
El ronco timbre volvió a sonar al rato, pero esta vez acudía con varios pijamas en las manos.
- Manu, te he traído varios pijamas para que te puedas cambiar cuando quieras, sin esperar, ¿vale?-, dijo, tratando deliberadamente de parecer perezoso.
- Claro, es mejor -, respondió, convencido de haber recibido aquella noche algo más que atención profesional.


5 de abril de 2009

Diego, el hetero.

Aquella pregunta fue una declaración de intenciones. Formulada así, en medio de la noche calurosa de finales de curso, en la intimidad de la habitación de una modesta residencia de estudiantes, resultó una autodelación.
- ¿Tú duermes muy profundamente, Diego?
Tu habitual mirada distante, al oír la pregunta, se concentró en mis ojos, quemándome como cuando se concentra la luz del sol a través de una lente. Me miraste como solías mirar a las tías con las que te acostabas en aquella misma habitación y de las que me contabas luego las hazañas de cama, y te acariciaste el pecho desnudo mecánicamente como hacías a menudo. Desde ese momento no te hicieron falta las palabras para hacerme saber cuáles eran tus deseos y en qué momento querías verlos cumplidos. Dejaste de acariciarte y supe que yo debía de continuar, como también supe que las caricias debían proseguir traspasando el límite del cinturón acabando mi mano empapada a borbotones.
Fue un mes y medio, el de ese fin de curso, desenfrenado. Me hiciste delirar cuando tu boca llenaba la mía, cuando el siempre inesperado sabor dulce me desbordaba la garganta y cuando me inundabas con tu cuerpo desnudo ondeando abrazado tras de mí. Después de cada explosión te ibas sin decir adiós, sin saber si llamarías a la puerta otra vez, dejándome con el sabor agridulce de haberte hecho feliz aún a costa de mi insatisfacción y con la certeza de saberte otras veces, en la habitación de al lado, gozando con una mujer.


3 de abril de 2009

La reproducción prohibida.

No me mola casi nada el surrealismo, es que no me transmite. De nada le vale tanta técnica conmigo. Sin embargo, buscando una imagen por la internet que definiera gráficamente mi perfil de maricón latente me encontré con esta Reproducción Prohibida de René Magritte, bastante conocida y cuyo recuerdo yacía enterrado en mi memoria histórica.
Los expertos se hacen verdaderas pajas mentales interpretando esa imagen del hombre que al mirarse al espejo del recibidor éste no le devuelve el esperado reflejo frontal de sí mismo, llegando hasta a mezclar el libro de Poe que reposa en el estante con Freud, cómo no, en sus especulaciones.
Yo, queridos extraterrestres, muy en mi linea masoca-victimista de la que ya estaréis curados de espanto, me identifico doblemente con este cuadro, tanto con ese hombre gris y anodino que no quiere verse a sí mismo, que le aterra tanto su verdadero rostro que no soporta verlo reflejado, como con ese ser vencido que acaba dándole la espalda a sí mismo.


2 de abril de 2009

Amor incondicional


Quienes te conocían me hablaron mal de ti, que costaba entenderse contigo, que no te dabas fácilmente, que arrancar la poesía de tu alma me sería imposible. Qué equivocados estaban. Para el amor y la pasión no hay barreras, qué verdad más absoluta que hace que se desvanezcan los muros más altos. Nada me importó que fueras extranjero ni que tu idioma fuera indescifrable al principio porque sabía que estabamos condenados a entendernos.
Fueron tantos años esperándote que las manos me temblaban cuando te tuve entre mis brazos y te acaricié por primera vez. Tu cuerpo sinuoso y estilizado,  tu voz grave y templada que lo mismo me habla susurrando melodioso como rotundo y enérgico. Me das lo mejor que llevas dentro cuando te acaricio sin pedir nada a cambio, y ahí estás siempre, dispuesto a la pasión. Eres el amante ideal, el amor de mi vida.


1 de abril de 2009

Manuel, el novio.

Ya no recuerdo su nick y eso que no hace tanto que le dije adiós fulminantemente. Todavía no me explico cómo le dejé traspasar el umbral de lo virtual  y personarse en la oficina. Hay que ver lo que puede engañar una webcam y un buen marketing personal a través del mesenller, que consiguieron que un cuarentón fibrado, sin-pluma y bien conservado se manifestara en directo como una loca bajita con patas de gallo.
Lo realmente enigmático es que, a pesar de la desagradable sorpresa de cómo se materializó en presencia de mis compañeros, sin invitación formal, no lo mandara a tomar-por-culo, lugar anatómico por dónde a él no le gustaba recibir nada porque era top. Sí, el mozo era activo a pesar de la espectacular  pluma que portaba y que le resultaba imposible disimular.
A la semana del primer contacto en el chat de Chueca ya refería quererme, a la tercera decía ser mi novio y al mes no le importaba adoptar a mis hijos con tal de que me fuera a vivir a su casa. Os aseguro, queridos extraterrestres, que el "sentido común" que me había mantenido en el armario hasta los 45 no fue capaz de sacarme de la abducción que este tío ejercía sobre mí. Llegamos hasta tener peleas de novios, reproches y desavenencias, como está protocolizado en toda relación que se precie. Además, no era mi tipo, era absorbente, soberbio y hasta muy mari y en definitiva, la antilujuria y, no obstante, consiguió que le besara a escondidas en la oficina, que me enseñara su apartamento y que se la mamara al pasar por el saloncito. También consiguió que en casa tuviera que dar explicaciones sobre aquel nick, mistercloset, que me había dejado guardado torpemente en el mesenller.
Este infausto suceso me sacó brutalmente, como no podía ser de otro modo, del estado de abducción en el que estaba inmerso y determinó el fin de aquella desgraciada relación que casi acaba con mi cálida vida en el armario.