Era una mañana especial porque hoy no era mi no cumpleaños. Bah, en realidad no era más que otra mañana de domingo en el que hay que currar. Era de noche aún y sólo quedaban borrachos al volante, como cada domingo en los que los kilómetros se van dejando atrás casi sin darse uno cuenta. Sin pensar metí el CD en su ranura y sonó aquella voz aguda y penetrante, tanto como el mensaje que lanzaba al aire y que tantas veces había escuchado distraídamente. Pero hoy era una mañana especial y quizás por eso le prestara atención, y tener que darme cuenta de que era la canción que nunca te canté, aunque sí te tarareara muchas veces su estribillo -ya sabes que nunca se me dieron mal las medias tintas-.
Las lágrimas me iban bañando la cara al ritmo de los acordes y de aquella voz, como ahora cuando escribo este post, y algo tenía que hacer porque apenas podía ver ya la carretera. Había que recurrir, otra vez, a mezclar sonrisas con lágrimas, y recordé a la Dolly Parton con sus tetas inmensas y su cardado imposible pudiendo así esbozar una mueca distinta entre los sollozos. Ojalá hubiera sonado la Whitney Houston con su descafeinada versión y nada de esto habría pasado.
A la vuelta, ya en casa, mientras abro mi regalo, te volveré a canturrear sentidamente el estribillo olvidando premeditadamente el resto de la letra. Como todos estos años.
Sólo sería un obstáculo para ti si me quedara.
Por eso me iré, aunque sé que pensaré en ti
a cada paso del camino.
Y te amaré siempre, a ti, amor mío.
Recuerdos agridulces, eso es todo lo que me llevo
así que adiós, y no vayas a llorar
que los dos sabemos que no soy lo que necesitas.
Y te amaré siempre, a ti, amor mío.
Espero que la vida te trate bien y que consigas
todo tus sueños, alegría y felicidad
pero sobre todo, te deseo amor.
Y te amaré siempre, a ti, amor mío.