26 de mayo de 2019

Mayo, 2019. Rosie.

Un personaje importante que no sale en el film. Su hijo gay, escritor, lo retrata en su último libro.
Algunos, los que pretendimos ser normales, nos pasó más o menos así...

"Ella le sonríe cuando le lleva la cuenta. Solo a él. Lo notó durante un tiempo.
Ve que es buena en su trabajo. Eso le gusta.
Esta vez podría ser. Quizás es que aún no había conocido a la mujer indicada. Quizá sea ella.
Cuando paga, se arma de valor:
"Señorita Rosie, ¿puedo invitarle a un café?"






20 de mayo de 2019

Agosto, 1973

Las vacaciones, la paja colectiva: el clásico. Mi primo Lolo, Félix y yo, el descampado y la impunidad protectora de la noche. No recuerdo de quién partió la idea, de mí seguro que no, que ya tenía destreza en la performance del disimulo, no fuera nadie a darse cuenta de que era marica.

El amor y la pasión que se pueda sentir con 14 años es el que yo sentía por Félix. Empezamos a bajarnos los pantalones y mi primo Lolo dejó de existir para mí. Éramos solo Félix y yo, desnudos, masturbándonos, él sonriendo y yo, muriendo de excitación.

Cuando terminamos, todo eran risas en ellos. Yo, en cambio, no pude ni fingir una sonrisa.

15 de mayo de 2019

Junio, 1976

Solíamos estudiar en su casa, en su habitación, frente a frente. Nunca hablaba de chicas, y eso es raro a los 17. Me hizo albergar esperanzas, aunque solo fuera para compartir confidencias.
Esa mañana de sábado hicimos un descanso para fumar. Por primera vez, sacó el asunto...



YO:  A ver, Alberto, es que a mí me gustan los chicos.

ÉL:  .....

YO: Tío, es de coña... joder, qué cara se te ha puesto.

ÉL:  Puff...jejé...

Un par de semanas después acabó el curso y no volvimos a vernos. Hoy encontré una foto suya en Facebook, 50 años después. Verdaderamente, tengo que reconocer que me habría encantado haber envejecido juntos.

13 de mayo de 2019

Octubre, 1971


Yo tenía 12 años y él unos 20. Mi cuerpo era el de un niño y el de él, el de un hombre. El de un hombre hermoso.
No entendía por qué ver su cuerpo desnudo en aquel vestuario me provocaba emociones que me hacían enrojecer y paralizarme. Miraba su sexo fijamente hasta hacerle sentir incómodo, pero no podía dejar de hacerlo.
De pronto, se cubrió con una toalla y me miró con desprecio. Había descubierto mi incipiente erección.
Y así, empecé a comprender que, en mi vida, el sexo tendría poco que ver con el amor.