26 de julio de 2019

Junio, 1967


Dolor y gloria es algo plana para ser de Almodóvar. Pero el desmayo a lo síndrome de Stendhal del niño me pareció brutal, un Everest súbito en el altiplano de celuloide.
Con ocho años me pasó a mí. No hubo desmayo porque no era una película, pero si taquicardia y taquipnea brutales.



13 de julio de 2019

Julio, 2019. Lecturas homoeróticas de FGL.

- Vicente, tú cuando lo haces con un chico... ¿te lo tragas? 

- No...no, no...yo no hago eso, Federico.

- Pues no sabes lo que te pierdes, porque sabe a rosas.


12 de julio de 2019

Octubre, 2016

Mi compañero de taquilla en el curro me mira siempre. Al principio, a hurtadillas, y desde hace poco, descaradamente. En mi caso, me conformo con el rabillo del ojo. Es rechonchete pero tiene ojazos y piel morena.
Me da cierta tranquilidad el hecho de que está casado y tiene hijos -como este cronista- y me permito cierto giro cervical para fisgar sus contundentes formas en calzoncillos, con desvergonzada desinhibición por mi parte. Esto ha dado lugar a que una mañana ha traspasado la linea roja de la observación y ha dado el paso que separa físicamente nuestras taquillas, para acercar su boca a mi cuello, susurrarme algo al oído y acariciarme el paquete.
He rechazado tiernamente el ofrecimiento, de tal forma que actualmente seguimos hablándonos con naturalidad y con la complicidad absurda de aquellos que no hemos salido del armario.

29 de junio de 2019

Agosto, 1978

De lejos parecía joven, de cerca resultó llevarme una década de ventaja. Paseaba por la orilla de la solitaria playa. Hoy en día no queda ni un metro de soledad en aquella orilla.
Yo estaba desnudo, me puse de pie para que me viera y acudió al reclamo. 
Nos encontramos tras las dunas, ocultos en el enebral. Estuve a punto de escapar cuando vi que el tanga que llevaba era de croché, pero terminé por quitárselo e ir directamente al grano.
Él terminó y se largó, no sin pedirme disculpas por no haber sido cuidadoso en la penetración. Fue muy educado, eso sí. Yo, pues me fui al agua y opté por masturbarme en inmersión. Muy recomendable eso. Sí.

19 de junio de 2019

Enero, 1970

Hasta la imagen más ingenua puede despertar la libido. Incluso la de un payaso en los ojos de un niño de once años, y a través del blanco y negro de la tele de entonces. 
Y es que Poquito no pegaba nada en los Chiripitifláuticos. Era flacucho pero estaba cañón. O por lo menos, a mí me lo parecía.
La transición de cantar las ñoñas canciones de Valentina a sentir mariposas en la barriga, con aquel personaje que afirmaba viajar en un bolsillo cuando era pequeñito.

16 de junio de 2019

Agosto, 1968

Era aquél un verano más de pantalones cortos y tardes largas , siempre rodando por la calle. Muchas veces, literalmente rodando. Félix y Valentín compartían acera conmigo, sentados. Pasó un chaval algo mayor que se detuvo a charlar un rato con mis amigos de acera. Su belleza me dejó impactado.

- ¿Cómo se llama ese chaval tan guapo?, pregunté ingenuo cuando se marchó.
- Ramón-, dijo Valentín, con una cara de extrañeza que, con mis nueve años recién cumplidos, no entendí.

Al día siguiente jugaba al trompo, solo, cuando se me acercó Ramón, me agarró por el cuello y me estampó contra la pared.

- Que sea la última vez que dices por ahí que soy Ramón 'el guapo', que yo no soy maricón.¿Te enteras?

Qué triste es empezar a perder la inocencia...

12 de junio de 2019

Junio, 1977

 
Cruising, en aquellos lejanos días, no tenía nada que ver con el sexo esporádico con desconocidos, aunque éste, de hecho, sí existía.
Salí del cine y atravesé El Prado. Era de noche y no había nadie. Di una segunda vuelta y, cuando ya me iba rendido, frenó a mi lado un Citroën 2 CV. Ya en aquella época era un modelo ridículo, ni te cuento cómo era para follar.
Yo, dieciocho. Él, unos treinta. Yo, estudiante. Él, enfermero. Mamadas mutuas sin final feliz y quedar para otro día en su casa. Eran otros tiempos, sí.
Acudí a la segunda cita, para darme cuenta de que el cruising, vale para una sola vez. 
Poco tiempo después, dejé aquellos estudios y terminé siendo enfermero como él. Qué cosas.

26 de mayo de 2019

Mayo, 2019. Rosie.

Un personaje importante que no sale en el film. Su hijo gay, escritor, lo retrata en su último libro.
Algunos, los que pretendimos ser normales, nos pasó más o menos así...

"Ella le sonríe cuando le lleva la cuenta. Solo a él. Lo notó durante un tiempo.
Ve que es buena en su trabajo. Eso le gusta.
Esta vez podría ser. Quizás es que aún no había conocido a la mujer indicada. Quizá sea ella.
Cuando paga, se arma de valor:
"Señorita Rosie, ¿puedo invitarle a un café?"






20 de mayo de 2019

Agosto, 1973

Las vacaciones, la paja colectiva: el clásico. Mi primo Lolo, Félix y yo, el descampado y la impunidad protectora de la noche. No recuerdo de quién partió la idea, de mí seguro que no, que ya tenía destreza en la performance del disimulo, no fuera nadie a darse cuenta de que era marica.

El amor y la pasión que se pueda sentir con 14 años es el que yo sentía por Félix. Empezamos a bajarnos los pantalones y mi primo Lolo dejó de existir para mí. Éramos solo Félix y yo, desnudos, masturbándonos, él sonriendo y yo, muriendo de excitación.

Cuando terminamos, todo eran risas en ellos. Yo, en cambio, no pude ni fingir una sonrisa.

15 de mayo de 2019

Junio, 1976

Solíamos estudiar en su casa, en su habitación, frente a frente. Nunca hablaba de chicas, y eso es raro a los 17. Me hizo albergar esperanzas, aunque solo fuera para compartir confidencias.
Esa mañana de sábado hicimos un descanso para fumar. Por primera vez, sacó el asunto...



YO:  A ver, Alberto, es que a mí me gustan los chicos.

ÉL:  .....

YO: Tío, es de coña... joder, qué cara se te ha puesto.

ÉL:  Puff...jejé...

Un par de semanas después acabó el curso y no volvimos a vernos. Hoy encontré una foto suya en Facebook, 50 años después. Verdaderamente, tengo que reconocer que me habría encantado haber envejecido juntos.

13 de mayo de 2019

Octubre, 1971


Yo tenía 12 años y él unos 20. Mi cuerpo era el de un niño y el de él, el de un hombre. El de un hombre hermoso.
No entendía por qué ver su cuerpo desnudo en aquel vestuario me provocaba emociones que me hacían enrojecer y paralizarme. Miraba su sexo fijamente hasta hacerle sentir incómodo, pero no podía dejar de hacerlo.
De pronto, se cubrió con una toalla y me miró con desprecio. Había descubierto mi incipiente erección.
Y así, empecé a comprender que, en mi vida, el sexo tendría poco que ver con el amor.