19 de abril de 2009

Rodalies.

Al final del pasillo basculante veo una figura uniformada. Es un tío alto y moreno, uniformado de verano y se acerca lentamente. Lleva algo en la mano con lo que ejecuta una tarea mecánica. Me parece que no está nada mal.
Ya está a media distancia y puedo contemplarle los brazos que salen imponentes y apretados por las mangas cortas de la camisa azul claro y el veredicto que emito ahora es que el tío está bastante bueno.
Ahora atiende ya al vecino y lo tengo de espaldas, dándome un culo embutido en el pantalón azul marino que se balancea al ritmo obligado de su trabajo. Tiene las piernas abiertas para mantener el equilibrio, la camisa algo fuera del pantalón por el movimiento y el culito ese continúa de aquí para allá rítmicamente, deliciosamente. Estoy preparado para hacer una revisión del veredicto cuando se ha dado la vuelta repentinamente.
- ¿Billete, por favor?
Su cara está acorde a lo que podría esperarse de ese cuerpo y me he quedado tan impactado que no atino a encontrar lo que me pide. Mientras hurgo con dedos temblorosos en la cartera tengo frente a mis ojos su cintura acercándose y alejándose al ritmo de esa percusión, toclop...toclop...toclop. El uniforme no marca demasiado paquete pero ni puñetera falta que hace, porque con lo que se adivina y con ese botón suelto que deja ver el ombligo y el vello que se baja pantalón adentro ya tengo suficiente para nublarme más la vista y no tener éxito en mi búsqueda en la cartera. Por fin encuentro el dichoso billete y se lo acerco, con la buena fortuna que el toclop, toclop se acentúa en un cambio de vías empujándole hacia mí provocándose un glorioso encuentro de mi mano con su entrepierna. No hace falta tu disculpa, moreno, que eres más guapo si cabe, así, azorado. Bueno, y me voy al baño que tengo una urgencia.

El revisor terminó de agujerear billetes y se dirigió al baño a colocarse bien la camisa que se le salía constantemente con el traqueteo del tren cruzándose en la puerta con aquel pasajero al que casi embistió hacía unos momentos. En el baño no quedaba papel higiénico y en el espejo, algo pegajoso y blanquecino chorreaba cristal abajo lentamente.

(Para Xim y su optimismo)




5 comentarios:

Xim dijo...

Ja, ja, ja, ja, eso me va gustando más, yo seguro que habría hecho lo mismo porque me basta poco para empalmar, y si no me la sacudo luego, como que no estoy a gusto en todo el día. Imagínate estos días soleados cuando voy para el trabajo y me cruzo con ciclistas, con esos culos y esos paquetes ahí tan apretados, Uf!!!, me cuesta respirar,por diosssss, lo que se ve por ahí...
Bss nokturnos
XiM

Chevy dijo...

Tendré que volver a coger el tren, supongo que los de cercanías. Siempre tenia miedo de que con el traqueteo me callese el paquete (la carpeta esa que lleva) del revisor encima. ¿Desde cuando ponen espejos tan bajos en los labavos públicos?

Kisses

...Runagay dijo...

¿Bajos?¿Es que tú no llegarías? Vaya, vaya con la poca energía, jejeje.

rickisimus2 dijo...

Jajajaja. El relato muy bueno. La conclusión mejor.

Chevy dijo...

....pero si tu me dices que no estoy a la altura....o esa es mi interpretación. Jajajaja.

Kisses