3 de marzo de 2009

Stoomen, el virtual

Va para un año que no hacemos guarradas ante la webcam, quizás más, y no es por falta de ganas. Bueno, para ser más exactos, ante el ordenador porque él nunca enchufó la suya con la excusa boba de que estaba estropeada o que tenía un sistema operativo anticuado. Yo no dejaba que viera mi cara a pesar de que siempre me lo pedía insistentemente en cada sesión. Me daba miedo, tenía mucho que perder si era descubierto, porque ¿qué sabía yo de él?. Ni siquiera tenía nombre, tan sólo un nick, Stoomen, que nunca quería explicar qué significaba. Tan sólo tenía una foto que supuestamente era de él, en cualquier caso de un treintañero guapetón tumbado en la hierba.
Así, permanecíamos unas horas unidos por el messenger, mi cuerpo obediente ante la cam, sus dedos deslizándose ágilmente por el teclado, dando órdenes. Eso es lo que yo recibía de él, deseos inconfesables, caprichos que complacía puntualmente. No podía ver nada de él pero en cuanto empezaba a leer en la ventana del messenger sucumbía como un perro dócil porque dominaba perfectamente los resortes que hacían plegarme a sus fantasías. A veces, cuando estaba solo en su casa, me hablaba por el micro y entonces aquello era la locura, pues  parecía que lo tenía a mi lado pudiendo casi olerlo. Cuando no podía más y me corría él ya lo había hecho un par de veces. O por lo menos eso decía y a mí me ponía caliente imaginar que era cierto.
Así acababa cada sesión, quedando para la próxima vez que nuestros trabajos nos lo permitieran. Pero hace más de un año que no puedo conectar la webcam para ponerme a su disposición porque las cosas han cambiado en casa y paso poco tiempo solo. Y le echo tanto, tanto de menos.

No hay comentarios: