Era salir en escena y ejercer una atracción hipnótica irresistible, no de sueño sino de no poder despegar la mirada de aquel cuarteto de cantantes (¿?) bailarines (¿?) plumíferos (¡!) que, con playbacks a veces poco ensayados, molineteaban impecablemente dos abanicos descomunales que de vez en cuando se transformaban en uno solo para airearse los flequillos. La coreografía (¿?) no era nada sin ellos –los abanicos- al igual que los trajes neo-rococós que creo recordar que tenían algo de hombreras y que complementaban con unos zapatos que creo recordar que terminaban en algo de punta.
Cuando hartaron al personal del empalagoso look hicieron un drástico cambio que terminó por cargarse el invento. Las manos perdieron los abanicos pero se movían como si los tuvieran, el neo-rococó dejó paso a trajes de ejecutivo a los que las hombreras heredadas de los anteriores les daba un aspecto ridículo, y para la coreografía copiaron groseramente algunos pasos de Vogue de Madonna quedando un resultado patético.
Aún así, a mí me seguían hipnotizando,….sobre todo el nota de la izquierda, que vaya tela cómo estaba.