Guardia médica

03.15 horas.   He llamado al médico de guardia pero ha venido Álvaro, el residente, con sueño en la cara y los pelos algo revueltos. Aún así tiene un atractivo tan brutal que me ha costado bastante poner en pie los datos del paciente por el que le he llamado. No es guapo pero tiene una mirada penetrante y una boca para volverse loco, y cuando me habla así, en voz baja, el movimiento de sus labios me hipnotiza.

- ¿Te pasa algo?-, me pregunta serio. Yo he tardado, nervioso, más de lo corriente en responder.

- ¡Qué va, Álvaro! Es que estoy que me caigo de sueño. 

De pie en el puesto de control, ha vuelto los ojos a la historia clínica, en la que estaba ya absorto cuando he terminado de hablar y ha sido entonces cuando, con una mano espeleóloga, ha empezado a tocarse inconscientemente el paquete oculto tras el pijama, marcando como en bajorrelieve la semierección propia de estar recién levantado. En un momento en que he podido despegar la vista del pantalón me he cruzado con sus ojos que ya no leían la historia sino que me ordenaban silenciosamente actuar, señalando la dirección en la que se encontraba aquel maravilloso bajorrelieve palpitante.

De rodillas, he deshecho el lazo de la cinta del pijama y lo he bajado despacio junto con el slip, pero en ese momento ha sonado el áspero timbre de llamada de una habitación que me ha devuelto la consciencia.

- ¡Tío, te has quedado dormido de pie! -, me ha dicho Álvaro con una radiografía en una mano y con la otra tocándose inconscientemente el paquete oculto tras el pijama, marcando como en bajorrelieve la semierección propia de estar recién levantado.