
Ayer me reconcilié con el viejo. Hacía casi diez años que no nos veíamos y ayer tuve la oportunidad. Allí estaban todos, orgullosos, esperándome para emocionarme como sólo ellos saben hacerlo y bien que lo consiguieron.
Iba solo, la primera que nos vemos a solas ellos y yo, Diego, Joaquín, Doménikos y Francisco. No me importa que se me pongan los pelos de gallina en público pero las lágrimas, bueno las lágrimas tengo que hacer esfuerzos para contenerlas. Al final, lo consigo, como siempre. Cuando salgo del templo del arte siempre me asombro de cómo esa panda de artistas muertos puede emocionar tanto a tantos, que quedamos embobados ante tanta belleza.
Una de las obras en las que necesito babero es Los Borrachos que es la responsable de este post que, aunque empieza solemne, terminará indudablemente irreverente. Estaba yo cariacontecido frente a Baco y su iniciado cuando me percato de que la escena bien podría tener una interpretación distinta de la oficial y es por lo que lo traigo al blog y dejar que vuele vuestra imaginación, o vuestra perversión, y la comentéis si queréis, claro.