9 de septiembre de 2011

Peregrino ateo

Llegué ateo y volví igual.
Tampoco esperaba nada, en este sentido, de aquella peregrinación en la que solo era un participante oportunista, para el que la visita al remoto santuario era una mera excusa para recorrer un país. Presuntamente había sido yo el beneficiario de las bondades del santo por lo que tengo que admitir que debo ser una suerte de infiel desagradecido por no creérmelo, por un lado, y por otro, por aprovecharme de que el Frecciargento pasa cerca para visitarlo. Y encima, para pillar ese tren, puse como condición echar unos días antes por unas cuantas ciudades algo más atractivas que el pueblecito donde descansa en paz el hombrecillo de los eternos guantes que ocultaban presuntos estigmas.

Yo espero que no se lo tome a mal, allá donde esté, si es que está, porque si un santo no es capaz de perdonar el escepticismo de un impío, que venga Dios y lo vea.

4 comentarios:

Uno dijo...

Si si el frechiaryento... Eso fué una peregrinación como la copa de un pino.

Un abrazo

...Runagay dijo...

Uno, pues sí, porque entre el trenecito y el bus fueron cuatro horas p´allá y cuatro p´acá.
Besotes.

Parmenio dijo...

¿Y te parece poco milagro que un país en permanente caos desde hace 1500 años siga siendo tan maravilloso? Así se entiende que la mayor parte de los santos sean italianos. O quiza sea que los que los escogen también lo son. Pero eso es mera coincidencia.

Un beso (amen)

...Runagay dijo...

Parmenio, sí, sí, coincidencia...
Besos.