- ¿Cómo se llama ese chaval tan guapo?, pregunté ingenuo cuando se marchó.
- Ramón-, dijo Valentín, con una cara de extrañeza que, con mis nueve años recién cumplidos, no entendí.
Al día siguiente jugaba al trompo, solo, cuando se me acercó Ramón, me agarró por el cuello y me estampó contra la pared.
- Que sea la última vez que dices por ahí que soy Ramón 'el guapo', que yo no soy maricón.¿Te enteras?
Qué triste es empezar a perder la inocencia...
2 comentarios:
A mi Ramón, que no sabía lo que quería decir platónico, me quiso poner mirando a Cuenca.
Ay, rufián, qué suerte la tuya.
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