10 de marzo de 2009

Sinnombre, el anónimo.

Estaba yo en esos niveles de testosterona insoportables que te hacen perder el sentido de la prudencia y acudir a esos meaderos de grandes almacenes. Sí, esos que tienen maricones fijos,  generalmente mayorcetes, apostados durante horas mirando de reojo como se sacan los chavales sus tiernas pollas, se la desentumecen y estiran con excitantes movimientos de sus dedos y se la sacuden con brío cuando terminan.
Pues eso, que estaba yo rezumando hormonas por las orejas, merodeando por la entrada de los servicios del centro comercial y vi que entraba Sinnombre, un tío de veintitantos la mar de guapo, metidito en carnes, pero en esos momentos no se es muy exigente.  Le seguí a una distancia prudente y al entrar me sorprendí verlo secándose las manos en el aparato ventilador de la pared y enseguida comprendí que estaba simulando haber meado, cuando en realidad no había tenido tiempo para eso. Me coloqué en uno de esos meaderos y me la saqué. Intenté mear pero me fue imposible del ataque de nervios que tenía así que empecé a meneármela con disimulo para sacarla del encogimiento vergonzante en el que se encontraba, cuando el pedazo de tío se me colocó al lado y, sacándosela, empezó a tocarse. No era una gran polla, no, pero era guapete y su mirada destilaba ganas de meterme mano. Inesperadamente me susurró algo que no entendí porque no estoy acostumbrado a que me hablen en esos momentos sino que más bien se actúa en silencio. Así que le hice repetir la pregunta.
-¿Dónde vamos?
-Ven aquí, le dije señalándole una de las puertas de los WC a la vez que me dirigía dentro rápidamente.
Se lo pensó unos segundos que me parecieron interminables pero terminó entrando. No había nadie más en aquellos servicios pero aquel muchacho tenía bastante miedo de hacerlo allí y se le notaba claramente,  recelando de todos mis movimientos, desde que eché el cerrojo de la puerta hasta que empecé a acariciar su cuerpo. Pero se dejaba hacer, respirando jadeante, más por el nerviosismo que por la excitación, mientras le desabrochaba el pantalón y le sacaba la pollita, que presagiaba un gran trabajo por mi parte. Yo, en cambio, la tenía dura y palpitante y Sinnombre miraba atónito los pulsos que parecían darle vida propia, no pudiendo apartar la vista de ella.
Como hipnotizado, aquel gigantón se agachó despacio y con dificultad por la estrechez del habitáculo, hasta arrodillarse, quedando su cara a escasos centímetros de mi polla, a punto de explotar. Empezó a olérmela dando inspiraciones profundas, esnifando, y cerrando los ojos de placer. Pero entonces se oyó un portazo que lo sacó de su letargo haciendo el ademán de huir, por lo que yo lo sujeté por la cabeza y se la quise meter en la boca, asustándose aún más y saliendo precipitadamente del WC.
Y así terminó mi aventura de sórdido urinario con aquél varón anónimo....bueno, terminó más bien con mi mano dando unos vaivenes, pocos pero certeros, que hicieron que descargara la "tensión" acumulada que llevaba.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso es lo que yo llamo una señora putada... con menudo calentón te dejó.

...Runagay dijo...

Sí, es una constante en mi vida, quedarme insatisfecho siempre en uno u otro sentido. C´est la vie.

Anónimo dijo...

Quizás... buscar otro sitio hubiera propiciado un final más... más.

Yo sería incapaz de hacerlo así...

Besos.

...Runagay dijo...

Él también fue incapaz, lástima.