
Después de muchos años he vuelto a allí, a la maleza cercana al mar, a la arena que quema los pies al mediodía, a la brisa que azota la piel. Y allí estaban ellos, exhibiéndose al sol, buscando con la mirada, con el gesto, con la piel ajada por el tiempo pero queriendo inútilmente esconderse de él. Entradas, canas, barrigas,... Miradas insolentes, autocaricias, ... Sí, hoy estuve allí y recordé algún encuentro precoz con el sexo ocasional, cuando era tan solo un menor de edad.
Ha pasado tanto y he pasado tanto que hoy los cuerpos me han parecido un baile de zombis, de almas muertas quemadas por el sol y la frustración. Y por el tiempo.