Ese fue el tiempo que me dejaron contemplar ambas obras, la de Leonardo y la de Miguel Ángel y sin embargo qué dulce fueron unos y qué amargos los otros.
El Cenacolo lo vimos 30 personas con cita previa, sentados, observando los detalles, comprobando todo lo que habíamos leído sobre él. En silencio. Fue espectacular. Aquí lo importante era la obra.
La Capilla Sixtina la vimos no sé cuántas personas, aquello parecía las cámaras de gas nazis, todos de pie menos unos cuantos listos que encontraron los escasos bancos de la sala y con un bullicio de fondo repetidamente entrecortado por las palmas de los vigilantes, que mandaban callar a gritos de silence, please, como vulgares matronas de prisiones. Fue decepcionante. Aquí lo importante era el dinero...vaticano.