Dolor y gloria es algo plana para ser de Almodóvar. Pero el desmayo a lo síndrome de Stendhal del niño me pareció brutal, un Everest súbito en el altiplano de celuloide.
Con ocho años me pasó a mí. No hubo desmayo porque no era una película, pero si taquicardia y taquipnea brutales.