Callejeaba en coche por el puto centro, por esas calles peatonales tan de moda en los putos centros. En el suroeste, también de moda. Pasaba cerca de una alfombra azul tirada en el suelo llena de pisadas de artistas que estos días merodean por esta perdida ciudad con derecho a festival de cine.
¿Queda alguna ciudad que carezca de festival de cine?, me preguntaba cuando enfilaba los últimos metros peatonales, y fue entonces cuando lo vi. Fueron unos segundos de impecable traje oscuro, bueno digo impecable porque no encuentro otra palabra que describa cómo le quedaba la prenda a aquel apolo urbano cuya visión pensé que me quitaría el estreñimiento durante décadas.
Decididamente concluí que la naturaleza es injusta. Repartiendo belleza, quiero decir.
Alguien sentado a mi vera, en el coche, me apuntó que era Ramiro, el de 'El tiempo entre costuras'. ¿Y quién coño es ese?, dije, con la cara del ignorante que ve poca televisión. Me fui a la internet y allí estaba. Él. No tengo palabras. Bueno, sí, que la realidad siempre supera a la ficción.