No sé si será la indeseada influencia del espurio halloween o del cambio de hora, no lo sé, pero esta mañana en la ducha me sentí raro. De pronto era Rael, o sea, el prota de The lamb lies down on Broadway de Genesis, por lo que salí corriendo al espejo aterrado para ver si me había metamorfoseado a lo Kafka por la noche pero no, era tan sólo el bicho de siempre, o sea, sin más bultos que mis michelines y con mi careto cincuentón habitual, ambos endémicos.
Tuve que abrir el blog para caer en la cuenta de cual era mi monstruosidad. Me pregunté -me lo pregunto siempre- qué hace ‘un chico como yo en un sitio como éste’ y sentí ser la mujer barbuda, el hombre elefante, uno más mostrando al mundo su, digamos, ‘peculiaridad’.
Claro, ahora que ya no existen los freak shows a algún sitio teníamos que ir los freakies a ejecutar nuestras catarsis dejando al mundo horrorizarse o divertirse –depende del espectador- con la visión de nuestros atormentados cuerpos. O mentes.
Ahora que lo pienso, ¿no será esta entrada una especie de trick-or-treating? Espero que no, que ya sería demasiada decadencia.