28 de febrero de 2010

El huraño y su música

El mediodía de cada sábado los dedicaba el hombre a escuchar música y era aquél el único momento de la semana en que manifestaba sentimientos. Sus manos eran rudas y encalladas por el trabajo y el niño, cada mediodía de los sábados, se las cogía con las suyas menudas y se las manoseaba por arriba y por abajo absorto ante la dureza y tamaño de aquellos dedos incapaces de ser extendidos en su totalidad. De vez en cuando mientras palpaba aquellas manos lo miraba a la cara mientras el hombre, distraído, perdía su vista por la ventana dedicándole alguna que otra vez una sonrisa muda.

El pickup sonaba indecentemente acribillando los singles de vinilo de El Chocolate y Paco Toronjo pero el niño, cuando realmente pegaba el oído, era cuando Karina soltaba sus flechas del amor que era el único pop que le gustaba al hombre contrastando duramente con el resto del repertorio.

Tampoco faltaba a la cita de los sábados aquella voz afectada que tanto fastidiaba al niño pero que quedó para siempre grabada en su memoria. Cuando sonaba, el hombre miraba serio al niño pero al final, sin embargo, terminaba por darle siempre una seca caricia con aquellas castigadas manos.


26 de febrero de 2010

Lost In Space.

Título premonitorio para mí donde los haya el de aquella serie dirigida por el inefable Irwin Allen, que versionaba groseramente la novela Der Schweizerische Robinson de John D. Wyss. La vimos en blanco y negro, como fue mi infancia, y el único personaje que recuerdo con cariño era Robot, un ingenio metálico que hablaba y razonaba al ritmo de una luz que le iluminaba el pecho. “¡Peeeeligro, peeeeligro!”, repetía de forma enfática con su voz artificial, advirtiendo incansable a Will Robinson de aquellas circunstancias adversas que, episodio tras episodio, le acaecían invariablemente. “No es computable, no es computable”, reconocía frustrado cuando no sabía resolver las cuestiones que se le planteaban. Yo no sabía muy bien qué quería decir con aquella palabrota pero lo cierto es que le daba más aire de ciencia-ficción que los rudimentarios y grotescos efectos ‘especiales’.

Ahora, que sigo perdido en el espacio, me cuesta reconocer a Robot diciendo en inglés “Warning, warning!”, “Danger, Will Robinson, danger” y “Does not compute, does not compute”. Cómo pasa el tiempo.




22 de febrero de 2010

Jimbito

Luces y sombras, altos y bajos, aperturas y cierres, subidones y bajones, euforias y apatías,…Y así durante todo un año, el año justo que hace que existe este engendroblog. Supongo que un poco más de lo mismo que en otros blogs y blogueros.

La efeméride se me estaba pasando por alto, de verdad, pero cuando estaba frente al blanco inmaculado carente de cualquier atisbo de inspiración literaria y a punto de rellenar con un post Fósiles o algo similar, me vino a la cabeza el recuerdo de un jovencísimo y fashion victim bloguero que fue el primero en dejar un comentario por aquí. Entre palabrejas incomprensibles decía así:

haha! señal recibidaa!! xDD
el truco para recibir visitas es poner comentarios en muchos blogs! algun dia me agradeceras este consejo!
MUACK!
LOL
XOXO

Le hice caso y encontré amigos entrañables, vosotros que me leéis con infinita paciencia, pero él fue desapareciendo poco a poco y yo también. Y es que no podía ser de otra forma por todas las distancias que nos separan, de edad, de intereses, de gustos,… Hoy, cumpliendo su vaticinio le agradezco aquel consejo dedicándole este post.

A Jimbito, el niñato italiano.



15 de febrero de 2010

Sin reojo


Hacerse mayor impide mirar de reojo. O sea, que ya sólo podré deleitar la vista mirando de frente, lo cual resulta bastante descarado para un señor de edad. Y todo por la vista cansada. Como no tenía suficiente con ser el primer miope documentado de mi árbol genealógico resulta que la vista también se cansa con la edad.

De niño me llamaban ‘gafúo’, que aunque pueda parecer un epíteto neutro, por aquel entonces me lo decían como insulto y era objeto de mofa general. Afortunadamente eso cambió tanto que hoy en día casi se agradece ser miope para poder cambiar de gafas según el color de la corbata, aunque mi caso no sea de tanto fashion victim . Y ahora que todo iba como la seda va y se me cansa la vista, que básicamente consiste –y lo avanzo a quienes ya no cumpliréis ningún treinta y tantos más- en que no se puede ni leer un libro ni ver el precio en la rebajas sin gafas. Y para quienes llevamos unas todo el día encima, pues se imponen los progresivos, lo cual no hace referencia a progreso sino a progresión, aunque esto último es mentira pura.

Ay, qué mal lo llevo, sobre todo lo de no poder mirar de reojo, porque es la zona marginal de la lente. Bueno, se puede mirar pero sólo se ve una imagen tan distorsionada que mejor no hacerlo. Si es que hasta el nombre está puesto a mala leche, zona marginal, qué asco. Con lo emocionante que era mirar de reojo.


9 de febrero de 2010

Alegoría











El destino le había hecho vivir donde no quería y, además, no le había dado armas para evitarlo. Siempre quiso estar entre iguales pero se vio obligado a una existencia en soledad, y en aquella especialmente dura, la que se siente a pesar de estar en compañía. Aún así, la vida tenía que seguir y seguía, el oxígeno y el dióxido de carbono se intercambiaban sin cesar en su organismo y todo resultaba como se esperaba de él. Menos para él, para quien la fotosíntesis no lo era todo en la vida.

Aquel pinar era un lugar paradisíaco para cualquier árbol, o mejor dicho, para cualquier pino, pero él era un eucalipto y necesitaba sentirse entre sus iguales, en el eucaliptal, y se hundía a veces en profundas crisis de melancolía por no saber cambiar su destino. Los pinos, generosos, siempre intentaron consolarlo, integrarlo, pero todo fue en vano.

Cuando de mañana paso junto a él siempre me paro, y lo acaricio sin importarme qué pensarán de alguien que le habla a los árboles mientras los toca. Qué sabe nadie de nuestra complicidad.

Sentir su robustez me da serenidad, la que necesito, y a mí me gusta pensar que, cuando le hablo y le acaricio, sus hojas se vuelven hacia el sol dejando en el pinar algo más que el oxígeno que respiro.

5 de febrero de 2010

Ojalá

Ojalá hubieras estado allí. Al subir al tren, aquel romántico tren con nombre de pintor, con aquel reducido pero acogedor compartimento del wagon-lit. Al cenar en el vagón restaurante y al encontrarme la cama preparada a la vuelta. Y compartir mi sueño.

Ojalá hubieras estado allí. Al despertar mecido por el suave traqueteo de la marcha, al ver amanecer mientras desayunaba, al llegar a la estación de Austerlitz y asustarme por no entender nada de lo que oía o leía.

Ojalá hubieras estado allí. Al ver el cielo siempre cambiante sobre el agua eterna del Sena, al sentir la inmensidad del espacio abierto, en l´Étoile, en Touliries, en Champs de Mars, en Sacré-Coeur,…

Ojalá hubieras estado allí. Al inundar mi corazón de arte en el Louvre, en el D´Orsay, en el Pompidou, en el Picasso.

Pero no podía ser. No podía ser que fueras tú quien compartiera todo el derroche de emociones, y ya sabes por qué. Ojalá la próxima vez. Porque París siempre merece una próxima vez, y cuando eso ocurra, ojalá que estés allí.


3 de febrero de 2010

Las Tablas de la Web

En aquel tiempo vagaba errático Runagay por el desierto hasta que un día llegó al monte Blogsphere donde de pronto halló un servidor que ardía sin consumirse. Cuando aún no había salido de su asombro se abrió una web, y de un reproductor de audio incrustado salió una voz atronadora.

- Runagay…-, dijo la voz midi.

- ¿Qué?-, respondió asustado el vagabundo.

- Runagay…-, subió el volumen el widget ignorando su respuesta.

- Ayyy… ¿qué?-, repitió un trémulo Runagay poco antes de mearse en la túnica.

- Runagay…-, volvió a requerirle la reiterativa voz, haciéndole comprender a estas alturas que quien hablaba era una voz pregrabada. Al no contestar esta vez, el widget saltó al siguiente paso de su menú.

- Aquí tienes las Tablas de la Web, Runagay, reverberó, que son Los Diez Mandamientos para la navegación bloguera, divúlgalos sin crackearlos, esa es la tarea que te confío.

  1. Preferirás a Blogger sobre todas las cosas, nada de Wordpress ni servidores propios.
  2. No colgarás ningún post en vano, que hay que leer cada cagada por ahí.
  3. Cuantificarás y festejarás las visitas, sobre todo las múltiplos de 100.
  4. Responderás a comentaristas y blogrollers, que tiene efecto llamada.
  5. No eliminarás, sobre todo comentarios ajenos.
  6. No colgarás posts impuros sin ‘advertencia de contenido’.
  7. No robarás de otros blog sin pedir permiso ni plagiarás.
  8. No mentirás, sobre todo en la edad, que hay algunos que se quitan hasta décadas.
  9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros, que no vayan seguidos de la correspondiente cita.
  10. No codiciarás las visitas ni los seguidores ajenos, a cada uno lo suyo.

Al oír esto comprendió el vagabundo que aquello debió ser obra de un hacker bromista pues estaba claro que todos los blogueros cumplían desde siempre con aquellos mandamientos. Pero no hizo más que terminar este pensamiento cuando una sonora carcajada en mp3 se oyó en todo el monte Blogosphere.

1 de febrero de 2010

El virgo perdido

Aquella iba a ser la primera vez para Iván, y el encargado de hacerlo, un profesional. El saber de su reputada experiencia no le quitaba en absoluto el miedo a que se la metieran por donde nadie lo había hecho hasta entonces, pero en cualquier caso ya estaba allí y no había escapatoria posible. “Es importante que te relajes porque todo será más fácil”, le había aconsejado mientras le ayudaba a quitarse los pantalones y los calzoncillos en la única cama de aquella sala cuya fría decoración tampoco ayudaba demasiado a tranquilizarle.

Él era el segundo profesional del establecimiento que le atendía pues el primero ya se había marchado, habiéndolo dejado además algo dolorido, por lo que convino en que tendría que poner más cuidado con Iván que habitualmente. No dudó en echar mano del lubricante para facilitar la introducción pero antes hizo pasar a la sala a otro empleado, lo que hizo que se pusiera más nervioso. “No te preocupes que él no te hará nada, sólo mirará”, le había dicho sonriente mientras le cogía con decisión la polla.

Cerró los ojos sabiendo que la cuenta atrás había finalizado y su corazón empezó a latir rápidamente mientras oía aquella jerga incomprensible que el profesional soltaba en tono docente al otro empleado.

- ¿Ves?, esto es una retención aguda de orina secundaria a la intervención del hidrocele bilateral que tenía y que vamos a resolver introduciendo esta sonda por la uretra evacuando así la vejiga. Venga Iván -continuó dirigiéndose a él-, respira hondo.